domingo, 19 de octubre de 2008

PEQUEÑAS HISTORIAS - CAPITULO 1

Una tradición que cruzo el mar

Desde Mikolaja Reja 17 a Boyacá y Juan B. Justo
Nacieron en Polonia,los gansos que conoció Mamá.Desfilaban su orgullosa presenciacon plumaje de etiqueta,pecho blanco protegido de grises y negros fileteados,la cabeza siempre erguida, aunque se olvidaron la galera de pasear.Su graznido, enojado y rústico,reclamaba la comida en el corral de crianza ysin importar el día, atentos a los ruidos extraños,.alborotaban irreverentes al vecindario,que ya participada del recogimiento del Shabat.Para ocasiones especiales, con el ritual adecuado,la anatomía del cuello marcaba la despedida de su ingesta vegetal.La carne, muy apreciada, alentaba con su aroma la espera en una mesa tendida,demorando, aunque sea, sólo por un día,las estrecheces de la subsistencia habitual. .La grasa se guardaba en barrilitos de madera,y la fría penumbra del sótano la conservaba rígida,dispuesta a relajarse, chisporroteando, inundada de cebollas,al servicio de algún otro manjar.¿Y de las plumas, que sabemos?. Su destino era... perdurar.Mamá me contó como cruzaron el mar.Costumbre nacida en inviernos crudos, gélidos,de blancos copos de nieve cubriendo los tejados
y las estrechas calles del pueblo que animaban a esquiar.Los leños, cuidadosamente guardados, se convertían enmodestas cenizas al servicio de la sopa humeante y lloraban los vidrios,conmovidos, por tanta tibieza aromática desparramada en el hogar.Pero eso no bastaba,las plumas blancas de los gansos,como homenaje a su origen, caliente de animal,cumplían, a largo plazo, una misión fundamental.Laboriosas, las manos artesanales de las mujeres de la casalas transformaban en abrigos, livianos y tibios,para cubrir los cuerpos cansados, que se acurrucaban tanto, tantoque parecían un coral de campanas los pulsos, latiendo en su bóveda carnal.El sueño era denso y desfilaban los pinos verdes y la cerca por pintar.En el saludo, bendecido por los padres, participaba la esperanza de queel sol, al otro día, les brindara un luminoso despertarLas plumas seleccionadas se guardaban en cofres de tela,generalmente de color marrón.Arriba una funda de sábana blanca, con algún bordado o no,cerrada con botones protegía las intimidades del invierno,que, luego, en las tibias aguas del lecho de piedra del río,se dejaban correr. Con esfuerzo, retornaba inmaculada,balanceándose al compás de la brisa primaveral.A toda esa naturaleza encerada, incapaz de volar, se la llamaba "puj"."Puj", algo semejante al acolchado actual.Llegó con los inmigrantes, eran parte del ajuar.¿O acaso no hace frío en América?...¡Hija hay que cuidar la salud!!Envuelto, atado con un cordel, mas bulto que peso,recorrió puertos ignorados en una bodega llena de sonidos desconocidos.¡No comprendía los idiomas que los marineros hablaban!Solo supo de la dureza indiferente de sus manos, cuando,un día, el Almanzora en el Puerto de Buenos Aires atracó.Cumplidos los requisitos, mamá se estremeció,¡era marzo, despidiéndose del verano y abajo,cambiaba su ropaje el atardecer por muchas luces de la gran ciudad!La planchada de descenso le pareció interminable y corta a la vez.Su pueblo ya estaba lejos, allí quedaron sus padres y ocho hermanos también.¡En que locura, ya temida, susurrada, al poco tiempo su Zamosc ardió!Despertó de su sueño adolescente, lleno de intrépido coraje,sólo con diez y ocho años que la Reina del Plata abruptamente maduró.Cada pluma del "puj" tenía la suavidad y el calor de las manos amadas.Cuando se casó, un veintiseis de agosto, aun de frío teñido,ofrendó a la humilde habitación una nube enorme de blancas plumas de ganso.

La familia creció, los recuerdos la acompañaban.Jugando o en una siesta breve, apretados,para que nadie afuera quedara, .la nube nos recibía cálida, desparramada. Las plumas, felices,por interrumpir el silencio de la familia grande ausente, tan añorada,hacían rondas en los rincones, al compás de alguna canción polaca...Poy lastich ca poy , portatura, sabrala gdniñala.......Después Mamá, con mucha paciencia y palmaditas llenas de ternurale devolvía su forma original, licita, licita,como se ven las nubes en el ocaso sereno, junto al mar.Pasaron los años y la tradición continuó.¡Como si fuera posible contar tantas plumas ..."el puj",en almohadas para los hijos lo transformó!Previo a la boda un legado de sueños nos entregó.La recuerdo con un pañuelo en la cabeza, descalza.La habitación parecía un lugar mágico, en movimiento,¡hasta un estornudo elevaba las plumas de los gansos que dejaron de volar!Milagros del amor, de la alegría por brindarnos algo tan suyo,confortable, tierno, con historias, próximas y lejanas,para acompañar los proyectos nuevos que su empeño maternal siempre apoyó.Muchas noches, cuando reclino mi cabeza,percibo una luz que quiebra la obscuridad,es como refugiarse en una nube tras la tormenta,esperando la claridad del amanecer.Se que los gansos no pudieron elegir donde migrar.Para vos fue muy difícil contener las lágrimasdescifrando, en un lenguaje nuevo, las noticias de la radio,hablaban de tropas, invasión, fuego, hambre, muerte,y todo pasaba allá, en tu tierra, geografía que se mancilló.Aquella, que vos pintaste, destacada,con colores fuertes, sobre cartulina amarilla.Era un mapa grande, plegado, de la otra Europa,que te trajiste para no olvidar.Yo te agradezco por brindarme las alas del alma,aquellas que superando todas las barreras me renuevan,día a día, con los ejemplos de tu dedicación tan generosa.De niña, aprendí a volar con un lápiz y el impulso de tu emoción,¡Son mis plumas, es tu puj, unidos, que el tiempo nunca envejecerá!.Las guardo en el corazón para decirte hoy, con la misma ternura que recibí;¡hola Mamá, ya llegué,... soy yo...!¡que lindo es poderte abrazar!

Lidia Pantychowski Lerner de Pisochin

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