domingo, 19 de octubre de 2008

PEQUEÑAS HISTORIAS - CAPITULO 4

Cuando ya no me llaman... Libele




PARA MIS HIJOS Y NIETOS: ESPERO QUE COMPRENDAN LA IMPORTANCIA DE ESTOS RECUERDOS. SON LA COSECHA ESPIRITUAL QUE NOS PERMITE LA VIDA CUANDO ENTENDEMOS QUE ES UNA RUEDA, LA DE TODOS Y CADA UNO, QUE NO DEJA DE GIRAR.. TIENEN VOCES Y QUEDAN LOS ECOS QUE TRANSPORTAN LA PALABRA ADECUADA, EL CONSEJO, UN MIMO. TIENEN COLOR, SABOR Y FRAGANCIAS, SON LOS MOMENTOS DEL VIVIR QUE SE REGISTRAN CON TODA LA PLENITUD DE SU PAISAJRE ORIGINAL. HAY SOLES, LUNAS, NUBES Y AGUACEROS, PERO...SOLO, DESDE LOS SENTIMIENTOS, PODRAN COMPRENDER CUANTO ME SIGNIFICARON COMO EJEMPLO DE ENSEÑANZA PARA INTENTAR CONSTRUIR, PARA USTEDES, UN MUNDO DE LUZ SOBRE LAS TINIEBLAS.
A MAMA JANE, ANITA,A PAPA EFROIM, FELIPEMUCHAS GRACIAS POR DEJARME EN LAS COSAS DE CADA DIALA OPORTUNIDAD DE APRENDER A SER UN MENCH. - Z'L -Q.E.P.D. ­
ASI TE SIENTO PAPA, TATE, MI VIEJO NO QUISE DESPEDIRMEY GRITE JUNTO A LA OSCURA TIERRAHOY TE PIDO PERDON POR NO RESPETAR TU SUEÑOLIBELE.
Desde la retina al corazón nunca agonizaron los recuerdos Cuando hacía la cola para el tobogán me ofrecías la dulzura de un caramelo
la perspectiva del tiempo le dio al calendario su real valor de leche, tierno y grandote , parte de tus amabilidades de paseador oficial.
dejando en evidencia lo trascendente, la médula de tus actos simples, La cortesía se extendía también a Mamá.
honestos, fundados sólo en la entrega de amor, sin discursos huecos. En invierno, llegaban acurrucadas en un bolsillo, en su bolsita ruidosa,
Hoy te pondrían el sello de "perfil bajo", brillante de celofán, era la garrapiñada caliente,
como algo extraño para esta presunta evolución que nada deja. una costumbre nacida en el noviazgo,
Convivo con muchas imágenes y también con silencios breves, cuando Plaza Irlanda asistía al ceremonial.
suficientes para la reflexión, la disculpa o el abrazo Después nos mudamos y fue el Parque Agronomía el lugar privilegiado
rescatados tras la amenaza de algún chirlo que nunca llegó y para aprender a amar la naturaleza,
que terminaba en un partido de dominó, cómplice de la tregua concedida. alfombra para el mate y los biscochitos en medio de un concierto
Cultivaste mi infancia con la misma ternura de pájaros.
que aquel gajo robado en el parque Cuando salíamos por la tarde, Mamá también participaba.
y en árbol se convirtió. Eran paseos en familia.
Tu jardín y las macetas rebozaban color El resto de la semana, las flores, "HONESTAMENTE
y el perfume de las mandarinas se esparcían cada otoño. HURTADAS" nos recordaban, desde el florero de cerámica,
Bajo la tutela de tu mano artesanal, la dama de noche, aquellos momentos de placer.
aristocrática y vegetal, embriagaba ¡Cómo no gozar de tu oficio artesanal de brindar con alegría y serenidad tanto cariño!.
desde el patio nuestros sueños a puertas abiertas. Si, hasta cuando la ocasión lo permitió, tus nietos aprendieron como sacar la
Fuiste mi compañero de juegos, la edad no nos separaba. sortija en el giro de la calesita y darles de comer a las gallinas chismosas,
Siempre dispuesta la cabeza para los ruleros, alborotadas por la demora que significaba repartir también,
cuando aún, la torpeza de mis manos pequeñas, a derecha e izquierda, las migas de pan a las palomas,
enrollaban, con apresurada pasión, tus ya escasos cabellos socias habituales del convite.
Subida al banquito, de madera pintada, esperaba el turno. ¡Tus bolsillos los sorprendían como el el kiosko móvil de las sorpresas!
Como un péndulo, el mate se alejaba y volvía a los labios de Mamá. Papa fue siempre un devoto de la VIDA.
Siempre había algún zurcido o se apuraba por contestar las cartas, Le gustaba comprarle zapatos a mamá,
llenas de noticias, llegadas desde el otro lado del océano, mientras, convencido, tal vez, de que así podría perpetuar su andar, siempre apurado,
húmedas las pupilas descargaban su nostalgia en el suspiro gutural de la por hacer, por brindar...¡un gesto bello que, con los años, admiré!
bombilla. Observador nato, tras horas de búsqueda laboriosa en los canastos de ofertas,
Papá se inquietaba, cargaba el paquete como un trofeo de victoria.
¿acaso estaba tapada?. ¡Nada menos que número treinta y seis!, muy vendido, difícil de hallar.
Solidario con esa mano derecha ocupada, en misión tan importante, El cuero, tras concienzudo tacto, debía ser blando, como una caricia.
Papá convertía la rodaja de pan y dulce de membrillo El color, sobrio, clásico, combinable, para todo uso.
en un tablero de pequeños bocados, recordándote, una y otra vez, Nunca olvidaste la importancia de las capelladas,
su presencia en el plato como si fuera el remedio casero de la ternura, claro signo de respeto a la coquetería de mamá,
indicado para tanta aflicción. porque debían cubrir las infidencias dolorosas de juanetes, callos y durezas,
Los domingos partíamos al Parque Centenario. hijos de los años de esfuerzo y del reuma.
Allí aprendí a volar en los columpios. Los domingos, trabajo de hombres, Papa parecía un mercader persa.
Excitada por ese rítmico impulso me deslumbraba el cielo mientras, El piso, cubierto de noticias viejas, era una alfombra de colores,
abajo, las plantas como inmóviles espectadores, y tamaños, de dama, caballeros y niños.
escuchaban el estallido de tanta risa provocada. Reverentes todos, la formación te rendía su saludo de agradecimiento
En la cumbre del sube y baja, yo me asustaba, por demorarles el status de gastados.
fingía valor, me agarraba fuerte y nunca te lo contaba. Tu voluntad, postergaba siempre el posible símbolo de la pobreza tras la enérgica lustrada Los muebles logrados con años de esfuerzo y economías fueron,
Los míos, marrones, abotonados, eran, cada lunes, cada mañana, el objetivo preciado de Papá.
el candil de la dedicación que me enorgullecía. Todo un arte, aplicado para mantener tantos reflejos.
A la orden de "formen fila, saludo a la Bandera", en la madera, ya antigua... pero impecable,
se destacaban, brillantes, aún sobre las baldosas rojas que la portera, y la franela amarilla, lustra-muebles en mano,
afanosamente, limpiaba con aserrín y kerosene seguía el imaginario ritmo de algún vals.
Resignado, con frío, lluvia o calor, fuiste mi custodio paciente, Mamá, estancada en el tiempo repetía...
cuando el sábado ya transformado en domingo te retenía en la puerta del "¡ Mirá...Mirá...aquí tenés tanta ropa nueva, sin estrenar...!"
Bet-Am, con los zapatos de taco chato, para que ya, Era la previsión para los acontecimientos especiales que siempre tardaron
en la vuelta en colectivo, mis pies, comenzaran a descansar. en llegar..
Recuerdo con emoción tu cara afeitada, suave. Sus chaquetas y pantalones de pintor, tan blancas... tan blancas...
Brillante los ojos, compartiendo mis sueños. habían soportado el rigor de infinitos lavados.
El caminar elegante, como lo habíamos practicado, pausado, para lucir, Su asepsia, válida para un quirófano, siempre fue motivo de elogio en el
sosteniendo mi brazo con fuerza, como cuando era niña, camino a la Jupa. ambiente laboral.
La partida de cada hijo aumentó el silencio. Ahora permanecían solas, buscando algunas manchas que justificaran su
Le dedicaste mas horas al mate, la plaza, la escoba. existencia.
El dominó de los domingos, con tu amigo, el pintor, infaltable, Tal vez, el verdecito característico que aconsejaba Papá para las
como la picada y las copitas de Legui o, cocinas o el romántico rosa viejo de los dormitorios...
ya modernizados, de licor de café al cogñac, No se, mi concepto cambió, tan blancas, ¿ahora para quién?
que Mamá les preparaba para acompañar esas partidas, Se parecían a las mortajas con que el rito litúrgico lo vistió.
sin apuro, condimentadas de anécdotas de aquí y alla. A puertas cerradas, los zapatos de Papá organizaron una marcha de duelo...
El pueblo, la guerra, tachos, brochas, la humedad y las lluvias ¿Hacia donde?... discuten...y discuten.
de Buenos Aires. La fidelidad de esas "familias de clientes", ganadas con A la plaza no, el césped esta muy mojado......
dedicación, respeto y humildad y ahora...jubilados, Y si vamos por Corrientes,...¡ a él le gustaba...!
el tiempo les sobraba para charlar y charlar. Ojo, atenti, no nos olvidemos, hoy es sábado, 21 de septiembre, Día de la
Pero un día... Papa se fue. Retornó a las cosas familiares de su pueblo, Primavera, seguro que Felipe se vendría con la garrapiñada caliente,
a aquello que recordaba. gesto, siempre presente, especialmente en sábado y tomen en cuenta que
Hacía tiempo que no compraba zapatos, su realidad era otra. también traía el pan negro, bien cocido, grande, como le gusta a Doña Jane.
Mamá no comprendió su muerte. Pero, ¿quién asume la responsabilidad de elegirlo como a ella le agrada?.
La sorprendió como un castigo, como un abandono, ¡él ya no esta.....!
y debutó su profundo dolor de soledad en el momento rebelde de la viudez. No estaban preparados para un emprendimiento que requiriera del diálogo
Cuando, forzada por el fantasma del olor a humedad, con el panadero, tan paciente, conocedor de los atributos que debía tener
abrió las enormes puertas del placard, ese pan, masticado despacito para no desgranar la obscura pulpa de centeno,
éste ya no presentaba el orden que lo caracterizara. mientras la segunda pava, sobre el fuego, comenzaba por el vapor a temblar.
El mundo había cambiado, en cada lugar no había objetos... El desconcierto los invadió y todos optaron por el silencio y la quietud.
sólo quedaban recuerdos...dispersos...juntos...cercanos.... Así pasaron mucho tiempo, quietos, acomodados con relleno de papel,
Aún no era el momento, había muchas cicatrices, para pensar en ordenar. para evitar que envejezcan por falta de uso.
Eran preguntas y parecían reproches, No se cuanto ese claustro duró
¿por qué te fuiste?... ¿para quien voy a cocinar..?. Un día los zapatos de Papá, partieron brillantes, negros y marrones, con los
Se acostumbró a dormir acurrucada, cordones prolijos, ojal a ojal ...para brindarle calor a otros pies, anónimos.
con miedo...los ruidos la sobresaltaban. Respetando la tradición, sus destinos no tenía nombre conocido, porque "los
Sobraba espacio en la cama balcón, estilo francés. zapatos no deben ser usados por los familiares directos"
Sabíamos que la solidaridad debe ser así.La memoria por los seres queridos no registra domicilios fijos,se lleva en el alma, sin distancias ni fronteras.Saludable mezcla de preceptos y temor que aquieta la nostalgiapor el andar de los difuntos.Papá, ya han pasado casi veinte años que te fuiste.Aquí estoy, madura, curtida, recordándote y recordando, otros momentos, días, meses,años, sin la mochila del dolor.Porque la familia tenía sentido, la pertenencia era natural, vital.El pan alcanzaba, porque sabíamos compartir; la alegría existía, porque estar juntos yaera gozar, soñar era fácil, cuando Mamá y Papá podían cantar.Ella abajo, lustrando el piso de rodillas, -así la cera, en pasta, dura más-y nuncacambiaste el hábito que nos hacía resbalar.
¡CUIDADO!, no tropiecen con la escalera. Papá esta muy alto, el techo casi no existe, labrocha va y viene y una antigua melodía jasídica trepa al cielo en busca del sol....AVINU MALKEINU...AVINU MALKEINU....JANEINU BANEINU........... yDios, oyente calificado de sus súplicas nos brindaba buen tiempo para dejar linda lacasa para las próximas fiestas.Mis hermanos y yo hacíamos el acompañamiento. Bastaban los cubiertos y algunasbotellas, un peine limpio y papel, las manos, como dos caparazones de tortugas unidasservían para hacer el sonido de una batería imaginaria.Siempre algo sobraba. Mamá producía milagros... y no había reproches a la pobreza,discretamente engalanada, porque no había miseria en el alma familiar.Con la panza llena esperábamos a mañana.Hoy, al ver la Torá pienso en Papá. De chiquita compartía el paseo honorífico, abrazadaa él, las dos sobre su pecho.¡Que extraño, pero posible!, junto a ese cuerpo, cofre de sabiduría, vestido de terciopeloazul y coronado, yo, una niña, conmovida por las letanías y la curiosidad... meruborizaba.Papá, feliz, acercaba la Torá a esas manos ansiosas, colmadas de súplicas y besos.Las mujeres me gratificaban con una caricia emocionada y los hombres, más sobriosinclinaban sus cabezas cubiertas, reverentes ante Dios.¿Me detuve quizás en el tiempo?, No, sólo he comprendido los mensajes que son elsostén heredado que quiero legar, es la emoción compartida que fluye, renovada yconservada, porque se que mi corazón no ha roto sus lazos con los afectos que reposanen la eternidad y convivo plenamente con nuestra cultura y sus valores, tan profundos ysignificativos, que, un día, no muy lejano, junto a Papá y Mamá me acercarán.
Lidia Pantychowski Lerner de Pisochin

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